miércoles, 16 de febrero de 2011

Buscalo en Boulogne

Piloto, pilotín.

Blanco, champagne, a cuadros. Opaco.

Piloto mojado y resbaladizo.

Veredas móviles y salpicantes.

Patitas que corren entre la calle y la vereda de una Buenos Aires cansada y gris.

Las manos que hacen señas. Stop!

Las manos que sostienen el cinturón del piloto, pilotín pocas veces mojado.

La baldoza que mancha al piloto que está hecho para eso. Mojarse.

Dedos que buscan las monedas en el bolsillo y finalmente agarran la baranda de la puerta.

Puerta plegadiza y traicionera de un colectivo que vuela en hora pico.

Puerta que se cierra sobre la tela impermeable del cinturón en los dedos.

Colectivo barrilete que se va por Córdoba arrastrando niña y cinturón.

Cinturón que se va. Niña que se queda y tiene que esperar uno nuevo.

Un colectivo y un cinturón.

Garúa finito.

El juego de las palabras

Hoy no sé qué versión de mí misma debo ser.
Cuando llegue y me ponga a hablar, no sé si decir algo o no sobre eso. Siento miedo a que se burle de mí. De mis preguntas, de mis respuestas. Quiero creer y estoy casi segura, que sabe lo que me genera cada palabra que dice, o su respuesta burlona.
Resulta que me está ganando la soberbia, y yo ni me enteraba. No sé cómo responder. No sé frente a qué ceder.
Solo tengo ganas de hacer algo y no sé qué.

Mierda.