Martín se sentó en la falda de su madre. Con ojos abiertos y brillantes le dijo:
- Quiero un cuento!
Madre dio su mirada contra la de Martín y sintió esa exigencia como un pinchazo en las entrañas. Él quería un cuento. No buscaba que se lo contaran, lo quería a él, todo suyo para rememorarlo a la noche, de mañana, cuando se aburría en la clase de matemática. Algo de todo eso, asustaba a madre, que como les estoy contando, pareciera haber dejado de tener nombre para ser eso: madre.
Martín seguía impasible, con los ojos inmóviles y la boca entreabierta, mientras Madre miraba como se le inflaba y desinflaba el pecho a un ritmo acelerado.
Decidida, se aclaró la garganta, acomodó el peso cómodo de su hijo, y cuando estaba lista para contar alguna historia que calmara a ese monstruito insaciable…
…un conejo con reloj, saltó de su boca
1 comentario:
Me gustó mucho el final. Me sorprendió lo del conejo, y por eso, me hizo sentirme bien adentro de la escena, porque a los personajes también los sorprende.
Good!
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